Alexander Blok nació en noviembre



Se fue mi reflejo, ¿a dónde? Ando a tientas con mi cuerpo desapareciente.
El viento cerró la ventana ¿o fue mi mano? El espejo se puso negro.
Observo al animal que pasa, al sauce que tiembla, pero no se ven mis ojos.
Con el espejo muerto yo no tengo cuerpo, voy hacia el lago, duerme.
Imagino dos rodillas, las clavo en la tierra y pido que las luces me dibujen.

Natalia Litvinova, Cortar en dos la oscuridad (leer en KOKORO)


       (Yuri Annenkov, Desnudo recostado)

Alexander Blok nació un 16 de noviembre del año 1880 en San Petersburgo .Vivió cuarenta y un años. Su obra poética fue un lugar fronterizo, un arenal en movimiento, un pequeño techo de paja construido en un punto de sutura. Alexander Blok escribió desde la bruma, desde la espera. Desde lo escurridizo y lo desvaneciente. Marina Tsvetáieva dedicó estos versos a Blok: “tu nombre es un pájaro en la mano/un trocito de hielo en la lengua”.

El texto de Natalia Litvinova habla y come (de y con) Alexander Blok, traslada a un cuerpo femenino (un cuerpo sin eje, cuyo peso se pierde, se escabulle) la poética de lo insomne y  en proceso des-figurativo del poeta ruso. Pues quien dice en el poema se desfigura, se deshace. Su voz resbala en un umbral. Es una tentativa. Tiene la viscosidad aérea de una pesadilla. Es resonancia de sí, y en el mismo silbido de lo que huye ruega la permanencia.

Muchas veces me he preguntado cómo hablar los tránsitos sin apelar a la nostalgia. No nombrarlos, sino hablarlos, cuando el lenguaje, o nuestra lengua al menos, es sustantiva y coagulante. Seguramente Blok también se hizo esa pregunta. Habló de un mundo que iba hacia su propia negación. Natalia vive en un mundo similar: un mundo que se dirige a lo incierto, zarandeado, convulso, donde los cuerpos se vuelven transparentes y solo quedan restos, “trayectos de tiza”, “polvo (de sus alas) en el aire”. 

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Dos poemas de Blok, traducidos por Jorge Bustamante García.

El viento irrumpe, aúlla la nieve,
Y en la memoria por un instante resurge
Aquel lugar, aquella orilla lejana...
Las flores débiles bajo la escarcha se marchitaron...

Y mis antiguas afecciones
Susurran como la hierba seca...
Es de noche. Y en la noche, por un sendero tupido
Voy hacia el abismo cubierto de nieve...

La noche, el bosque y la nieve. Y yo llevo
El peso odioso de los recuerdos...
De pronto, allá, se divisa una casita en un claro
Y una muchacha canta en el bosque.

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La bruma nocturna me sorprendió en el camino.
Tras la espesura la luna lanzó su mirada.
El caballo fatigado daba inquietos golpes con las pezuñas;
tranquilo de día, extrañaba la noche.
Sombrío, inmóvil, soñoliento,
el conocido bosque me aterraba
y hacia el claro plateado por la luna
dirigí el paso del caballo resoplante.
Se extiende en la lejanía la neblina del pantano,
pero de plata fulgura la iglesia de la colina.
Y detrás de la colina del bosquecillo del valle,
en la oscuridad se oculta mi casa.
El caballo fatigado acelera el paso hacia su destino.
Centellean las luces de un pueblo extraño.
A la orilla del camino prenden en rojo
las hogueras de los pastores, como faros.






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Sobre este blog

Este es el pequeño álbum de recortes de la Revista Kokoro, dirigida y editada por Laia López Manrique, Lola Nieto y Antonio Rodríguez [Stalker].